Estos días nos
enfrentamos ante la incertidumbre del nuevo plan de I+D español. La verdad es que no se sabe si tiene buena o mala pinta, pero cuentan las malas

lenguas que la política prevalece frente al sentido común en
algún caso y las buenas nos dicen que al contrario. Desde que
Edison comenzó su
frenética carrera de inventos generando su dinerillo a base de patentes, derechos y
know-
how el mundo se volvió loco.
Edison era un
showman tecnológico. Era la estrella que inventaba e inventaba y a día de hoy pocos o muy pocos de sus inventos no han sido superados por alguna tecnología nueva que ofrece mejores rendimientos o simplemente aporta la solución que
Edison no acabo de encontrar aunque lo pareciera. Y es esa filosofía del estadounidense la que nos encanta a los que pasamos por este tercer milenio condicionado en toda manera por lo que paso en el milenio pasado y especialmente en sus dos últimos siglos.
No siempre hubo científicos
showman como lo fue en su día el
españól Barbacil para las autoridades del momento, o el mismo
Billy Gates que mal quien pese, es uno de los
potenciadores intelectuales de toda esta tecnología irritante que tu y yo estamos
utilizando e indirectamente de las que le
signe por delante o en paralelo,
según quien te cuente o te discuta las cosas.
Es curioso que cuanto más desconocido es un científico, muchas veces mayores logros hizo. Ya se sabe que el catedrático de universidad se pasa el día entre papeles y pone el nombre, mientras que el esforzado becario es el que sabe como se hacen las cosas. Es el caso de
Nicolus August Otto. Este ingeniero alemán del que nadie habla nada en
relacción a su compatriota
Einstein,
Hesisenber u
Oppenheimer inventó el motor de explosión. si ese que permite llevar de un lado a otro las bombillas de
Edison, llevar al trabajo a los programadores de
Billy o transportar casi cualquier cosa que necesiten las aplicaciones derivadas de los tres recogidos anteriormente a estos dos.
Otto hizo su dinerillo y poco más. El rojo carroza de las calesas transformadas en máquinas que se movían de forma autónoma era demasiado deslumbrante para preguntarse
quien había obrado el milagro, a lo sumo
Benz,
Dunlop u otro ' aprovechado' de lo que le verdadero genio
Otto había conseguido y que ni siquiera el sospechaba del todo.
El motor de
Otto seguira funcionando en este siglo con
biodiesel, alcohol o lo que le echen. No se acaba de superar del todo con otros artilugios eléctricos por el momento.
Edison debe de estar
retorciendose de
envídia en su lugar de descanso eterno.
Aún así,
Einstein y
Otto acabarán
superándose por nuevas teorías o
tecologías. Y es que ser un viejo filosofo huraño de
Siracusa que demuestra que un solo un
triángulo rectángulo cumple que el cuadrado de su hipotenusa es el cuadrado de sus catetos, y encima guardar el descubrimiento con esmero y no
vociferarlo, (por cierto, algo muy poco dado entre los
académicos españoles) no es tan fácil.
Pitágoras se llamaba... Genios de esos nacen muy pocos en cualqueir área. En españa ninguno, quizas algún andalusí se acerco algo pero no. En un programa de televisión hablaban de una lista de los españoles más importantes de la historia.
Ramon y Cajal, Severo ochoa, Servet... los de siempre. Poco más tenemos.
Pero bueno hay que tener en cuenta que en la lista no está Trajano, Italico y Cesar de Cesares, y si Jordi Pujól. Showmans siempre hubo hasta en los estancos.
Vivir para ver.